Sobre todo en Asia, dormir en el metro o en cualquier otro sitio, no es que sea algo fuera de lo normal. Es más, puede ser casi hasta algo rutinario. Si no, podéis preguntárselo a Kirai o mirar su serie de japoneses durmiendo: http://www.kirainet.com/japoneses-durmiendo-10/. Pueden hacerlo a cualquier hora, en cualquier sitio y en cualquier posición.
Pero no en el metro de Londres. Aquí hay que aprender a hacerlo. Se necesita un proceso. Cuando lo consigas podrás decir que has dado el paso de ser un simple pasajero a ser un «commuter» o un viajero. Sabrás que lo has conseguido o estás muy cerca cuando empieces a disfrutarlo. Lo mejor es que tampoco requiere mucho esfuerzo o de habilidades especiales.
El proceso
Al principio parece que es inadecuado dormirte en un vagón del metro. Cuando en ese estado de semi consciencia te das cuenta de donde estás puedes sentirte algo incómodo. Si no llevas mucho tiempo en Londres incluso puedes pensar que un viaje en metro hay que disfrutarlo. No puedes perderte esas vistas, paisajes y sonidos.
Esta sensación se agudiza cuando te sorprendes apoyado en el hombro de algún desconocido. O te das cuenta de que estabas roncando, o la baba se te cae de tu boca abierta. Habrás hablado en sueños?
Pero después de un tiempo en el underground esta sensación se diluye y empiezas a disfrutarlo.
Pero… ¿por qué?, ¿cuál es el atractivo? Es una vía de escape, de sentirse solo en un coche lleno de gente, o del calor o del frío, o del ruido o el silencio, de todo lo que has dejado atrás y hacia donde te diriges. Es una novedad dar una cabezada en un sitio que no está destinado para ello. Es ignorar el viaje físico para hacer el trayecto a tu manera, en tus propias fantasías. Es una experiencia muy sensorial. Tus ojos están cerrados, pero sigues oyendo el sonido del tren que va por encima de las vías, sientes su traqueteo y balanceo.
Este cóctel de sensaciones alienta un tipo muy particular de sueño. Siempre al borde de la consciencia, pendiente del entorno y la ubicación, pero entrando y saliendo en tu sueño. Es un lugar agradable para estar, pero sólo por un corto período de tiempo. El metro no es lugar para un sueño profundo.
La experiencia es un grado. Los asientos de la esquina son los mejores, son mejores para acomodarse y a la vez aferrarse a tus pertenencias. En otros asientos tienes más posibilidades de acabar sobre el pasajero de al lado. Si tienes que caer, cae hacia adelante ya que por reflejo volverás a la posición vertical. Olvídate de las miradas de desaprobación de los demás. No es momento para cuidar las apariencias. Además, casi todo el mundo en el metro al final de un día de duro trabajo se ve agotado. Razón de más para cerrar los ojos. Incluso es posible quedarse dormido de pie, pero sólo durante unos segundos.
Para muchos esta es una experiencia abominable y para otros es realmente práctica. Conseguir la tranquilidad que se necesita para conciliar el sueño en el metro sólo se consigue repitiendo los mismos trayectos cientos o incluso miles de veces. Esta repetición trae familiaridad y consuelo y el tan ansiado sueño y por fin, dominarás el metro.